La madre de Luis aparcó en la acera junto a una casa antigua de un barrio residencial, que destacaba entre las modernas viviendas de nueva construcción. Se había edificado en 1927 y era la única que mantenía su aura original, la única que por alguna razón había sobrevivido a la demolición que se había llevado, una a una, todas las casas del barrio.
Matchmaking Para mentes abiertas y reflexivas

– Te recogeré a las 8, cariño. – dijo la madre de Luis mientras éste bajaba del coche y se dirigía a la casa de sus abuelos.

A Luis le encantaba visitar a sus abuelos. Las paredes estaban repletas de fotos y los muebles, de aparatos antiguos que no había visto en ningún otro lugar; en cada habitación había miles de historias diferentes. Su abuelo siempre hacia galletas saladas mientras su abuela le contaba vivencias de su pasado. Los niños del vecindario pensaban que era una pareja de ancianos chochos y raritos, pero Luis veía la verdad: sus abuelos eran personas fascinantes.

Esa tarde tocaba la historia favorita de Luis, sobre cómo se habían conocido sus abuelos. Había sido en una manifestación contra las políticas del gobierno en los años 60, cuando ambos tenían 20 años. Su abuela estaba sentada en el sillón junto a la chimenea, acompañando su explicación con una expresión nostálgica en el rostro.

IT’S MY LIFE

– Y cuando oímos las sirenas todos mis amigos empezaron a correr hacia lados diferentes, dejándome completamente sola. Al principio me quedé inmóvil sin saber qué hacer, pero oír cada vez más fuerte el sonido de los coches patrulla me sacó de mi estupefacción. Vi a un chico en una moto negra, así que corrí hacía él, me subí de un salto a la parte de atrás de la moto y…

-… y gritaste “¿QUE HACES PARADO? ¡CONDUCE!” – acabó el abuelo por ella mientras se acercaba por detrás del sillón para darle un beso en la coronilla.

Era algo que a Luis le gustaba mucho observar: lo mucho que se querían sus abuelos, a pesar de llevar ya más de 50 años juntos. Se notaba en sus miradas, en sus gestos e incluso en los comentarios sarcásticos que, muy frecuentemente, intercambiaban entre ellos. Luis no veía el atractivo que supuestamente presentaban las chicas, pero según su abuelo, es algo que descubriría con la edad. Si bien él no estaba muy seguro de que algo así pudiera pasar, siempre pensaba que, si sucedía, le gustaría querer a alguien tanto como sus abuelos se querían entre ellos. La voz de su abuela le sacó de su ensimismamiento.

– Deberías estar agradecido. Estabas tan embobado que de no ser por mí, aún seguirías en esa moto ahí parado.

Su abuelo rio ante el comentario por lo bajo mientras se dirigía a sentarse junto a Luis al sofá.

– ¿Ves? Por eso me enamoré de tu abuela. Sabía que sólo una persona muy valiente podría subirse a la moto de un desconocido y encima gritarle como si estuviera en una película de persecución. Siempre ha tenido opiniones fuertes y ningún miedo a expresarlas. Pero todo sea dicho, al principio pensé que estaba loca.

– Yo prefiero el término “única”, – replicó su abuela – pero lo que sea que funcione mejor para ti.

– Yo, en cambio, soy el romántico empedernido de la relación.

– ¿Ah, sí? – rio la abuela – ¿Así que fue tu romanticismo el que te llevó a proponerme matrimonio diciendo “oye, ¿te gustaría quedar y pasar los próximos 50 años molestando el uno al otro?”?

-¿Pero a que fue único, como tú misma?

– Sin duda. Además, hay que admitir que me fuiste útil para escapar a la policía. No era conveniente que me pillaran esa noche, no con mis antecedentes.

-Lo dicho: yo soy el que aporta el romanticismo en esta casa. – dijo su abuelo.

-Que se te queman las galletas, abuelete. – bromeó su abuela, mientras su abuelo se levantaba y se dirigía a la cocina.

-¿Sabes? Para ser una abuela, eres bastante agresiva. – dijo Luis.

-Eso es lo que siguen diciendo los polis. – le contestó, reminiscente.

Luis levantó la ceja, mirándola extrañado.

-Venga, no te hagas el inocente. He visto como hacías trampas jugando al parchís.

Esa afirmación hizo reír al Luis, como si hacer trampas a un juego de mesa se comparara con ser prácticamente un delincuente.