Los niños tienden a no tener mascaras como les pasa a algunos mayores. A veces no tienen filtros y se mueven según lo que dictan sus vísceras. Las consecuencias de maltrato entre compañeros de colegio pueden ser tan graves que terminan con suicidios por tener miedo a vivir. Es por eso que cuando pronunciemos la palabra «bullying«, hay que ir con pies de plomo.

A medida que nos hacemos mayores vamos construyendo nuestra propia ética y moralidad. Vamos adquiriendo ciertos principios que nos ayudan a establecer unos comportamientos más o menos adecuados para vivir en sociedad de la manera más respetable posible. Estos comportamientos i/o principios nos definen como seres racionales y pensantes, pero la razón no se adquiere fácilmente.

Para los más pequeños de nuestra sociedad la ética y moralidad quedan lejos de sus propios esquemas. Su manera de ver el mundo es mucho más visceral. Para los niños son protagonistas las ilusiones, los instintos, las emociones, las ansias para casi todo, los estados de ánimo, y sobre todo la ejecución absoluta del primer pensamiento que se crea en sus cerebros. Y eso, aunque por otra parte se aleje un poco de los protocolos que a veces resultan cansinos, no dejan paso al buen comportamiento.

Un buen comportamiento nos ayuda a evitar conflictos, a tener una buena sintonía con otras personas, y sobre todo nos define como personas. Cierto es que los adultos también poseen vísceras, y es por eso que a veces se dejan llevar por las emociones sin pasar primero por el racionamiento. Y eso también es imprescindible. No parecería sano que siempre nos dejáramos llevar por nuestra lógica y pensamiento, ya que nuestros impulsos en algunas ocasiones resultan ser más sabios que nuestro propio cerebro. Ahora bien, cuando nuestros impulsos nos dejan llevar para dejar paso a la violencia, es entonces cuando es perjudicial. En un conflicto siempre hay una parte perjudicada y a veces esa parte tiene problemas tan graves que se llega a cuestionar el hecho de vivir.

Es por eso que contra más filtros tengamos, menos conflictos crearemos. Los niños, en muchas ocasiones, no tienen filtros. En la escuela basta con ser especial o diferente para que alguien pueda criticar dicho comportamiento. Ese alguien puede ser influyente, y más tarde puede conllevar a ser un grupo de agresores. ¿Y por qué esa clase de comportamientos contra un niño? La respuesta sería simple pero a su vez compleja. Los niños pueden entender muchas cosas, pero siempre hay algo que se les escapa. Cuando alguna situación o comportamiento no llega a su entendimiento, deben hacer algo al respecto. A veces lo hacen ignorándolo, a veces intentan comprenderlo, o a veces quieren llegar hasta eso inentendible por el camino de la fuerza. Desgraciadamente, el tercer ejemplo es el más concurrente y tiene nombre; bullying.

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