Desear algo es quererlo con mucha fuerza, ¿no? Pero nunca nos hemos planteado cómo llegamos a desear según qué cosas. ¿Quieres descubrir de dónde vienen tus deseos?

¿Cómo entender nuestros deseos? 

Cómo entender nuestros deseos

Todos hemos deseado algo alguna vez, por lo tanto, todos hemos estado en esta situación y sabemos lo que se siente. Desear es querer algo que no tenemos, es una necesidad que, si no satisfacemos, puede perjudicar a nuestro bienestar general. Pero… ¿cómo se genera el deseo? Estamos constantemente rodeados de estímulos como pueden ser la comida, productos de consumo o el sexo, y en nuestro entorno se crean necesidades, aunque hay que tener cuidado con ellas, ya que satisfacerlas no siempre nos va a aportar bienestar.

Una forma de enfocar y entender mejor el deseo es posicionándonos en la perspectiva que tienen de éste el perfil masculino y el femenino. Los hombres sienten deseo de forma más visual, mientras que las mujeres perciben el deseo a través de ambientes, caricias, susurros, etc. Estas diferencias pueden explicarse desde un punto de vista fisiológico, aunque también tienen una parte de explicación educacional.

Entender el deseo, y por qué deseamos lo que deseamos, no es fácil. A continuación, os dejamos con 3 pasos que lo intentan definir para que podamos comprenderlo mejor.

¿Cómo entender nuestros deseos?

El aprendizaje

Aprender significa vivir primeras veces, primeras experiencias que pueden ser buenas o malas. En este punto, disparamos dopamina con tanta intensidad que no tendremos que repetir la experiencia para liberarla de nuevo, porque no hay segundas oportunidades para una primera vez: el primer olor, la primera visión, la primera percepción, etc. La dopamina se encuentra en las áreas cerebrales y tiene la función de despertar nuestro deseo. De esta manera, cuanta más dopamina genere nuestro cuerpo, más motivación sentiremos por alcanzar aquello que queremos. De lo contrario, si en nuestro cuerpo los niveles de dopamina son bajos, nos encontraremos sin motivación alguna.

La anticipación

Una vez vivida esa primera experiencia, cuando ya tenemos ciertos aspectos aprendidos e interiorizados, basta con el olor o la visión de la persona a la que queremos, por ejemplo, para que salgan a la luz más neurotransmisores que despiertan conexiones dentro nuestro: encefalinas y endorfinas, péptidos opioides endógenos, etc., aunque todos estos nombres son demasiado técnicos, lo que nos importa ahora son los hechos que nos hacen llegar hasta aquí.

Una primera fase de aprendizaje también nos sirve para regular el dolor. Aprendiendo a base de prueba y error frente a los nuevos momentos que nos depara la vida, logramos casi todo lo que queremos, ya sea para bien o para mal. Además, también habremos aprendido a anticiparnos, creando un ciclo de retroalimentación del placer positivo en el que cada uno pondrá el límite que considere oportuno. Si no se establece ese límite, podríamos estar hablando de una obsesión, de un vicio o de “estar enganchados”, algo que no nos conviene y que, por lo tanto, debemos evitar.

La satisfacción

Ver, tocar, oler a esa persona provoca en nosotros un deseo apetecible, pero también existe el lado negativo de las cosas, y es que puede convertirse en algo nada apetecible con el paso de los días, meses, años, etc. Una vez “saciados”, lo deseable se convierte en aburrido y puede llegar a ignorarse y a no quererse más.

Alguien o algo, llamémosle X, que se encuentra en nuestro cerebro, se encarga de avisarnos con una señal de saciedad que debe llegar a tiempo al músculo para que cese la acción. Puede pasar que haya problemas en este proceso o que nuestra cabeza no acabe de asimilarlo bien, y es ahí donde se darán casos como “ingerir más de la cuenta”, en el caso de que nuestro deseo sea algo de comida, o “engancharnos todavía más”, si estamos hablando de amor hacia una persona.

Como decimos, este proceso sirve para todos los estímulos relacionados con el deseo que nuestro cuerpo pueda sentir. Desde Zhazz, lo aplicamos al deseo hacia nuestra pareja, es decir, en términos de amor, aunque también puede entenderse en términos como la comida, muy común, el deporte o el sueño. El proceso es general, la glucosa baja por la presencia de un estímulo, se activa automáticamente nuestro sistema de búsqueda de la recompensa y el cuerpo se encarga de salir a por lo que estamos intentando conseguir. Una vez obtenido lo que queremos, recuperamos la estabilidad del sistema, que queda listo para otro nuevo deseo por cumplir.

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