Cuando se habla de las consecuencias del amor, nuestros pensamientos se van al campo psicológico: la felicidad, la ruptura, el engaño, … Pero lo cierto es que tiene efectos igual de fascinantes sobre el cerebro.

Vamos a pensar en el amor, ¿cuál es la primera imagen que viene a la cabeza? Es posible que la mayoría de las personas contesten que un corazón, refiriéndose probablemente al símbolo geométrico que se le asocia más que al órgano. Este uso metafórico del corazón como representación del amor se desarrolló en la Edad Media, pues si bien existen registros del diseño geométrico del corazón en fuentes anteriores, poca asociación tenían éstos a alguna alegoría amorosa.

Hoy en día, en cambio, el corazón es la máxima simbolización del amor y también su centro de gravedad. Muy popular es el consejo de que en temas románticos hay que seguir al corazón y olvidar a la cabeza. Resulta curiosa la marginación, y casi rechazo, que se da al cerebro en este ámbito, teniendo en cuenta que juega un papel igual de importante que el corazón en lo que concierne al proceso de enamorarse.

El amor sí entiende de razón

Todo el mundo ha escuchado la expresión de que “el amor es como una droga”, aunque siempre se le ha otorgado un significado más bien metafórico, interpretándose en el sentido del poder que tiene este sentimiento de engullirnos en un torbellino de emociones y hacernos desear sentir más y con mayor intensidad. Pues resulta que la ciencia discrepa de que una explicación de talante tan figurativo sea la única posible.

De hecho, un estudio llamado The Neuroimaging of Love (La Neuroimagen del Amor), llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Syracusa, revela que enamorarse provoca en el cerebro la misma sensación de euforia que experimentan las personas cuando consumen cocaína, por la liberación de sustancias químicas como la oxitocina, la dopamina y la adrenalina en 12 áreas del cerebro que funcionan de forma simultánea.

Neuroimagen del Amor
Neuroimagen del Amor

Es por eso que cuando nos enamoramos nos sentimos felices, llenos de energía y excesivamente optimistas.

Ahora bien, estos síntomas no son eternos, pues al cabo de un tiempo, igual que ocurre con alguien que consume drogas, aparece una especie de tolerancia, también conocida como habituación. Pero tranquilos, no significa que el amor desaparezca, sino que se llega a un sentimiento más real y estable. Y de la misma manera que cuando un adicto deja las drogas, el final del amor puede tener consecuencias en la persona que son tan fuertes que llegan desembocar en síntomas obsesivos y depresivos de diferentes niveles de gravedad.

Por otro lado, también se le han atribuido al amor propiedades analgésicas.

Como dijo Leonard Cohen, “el amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males”. Bueno, puede que no para todos los males, pero sí hay estudios que muestran que tan sólo mirar la fotografía de un ser querido podía ayudar a reducir el dolor moderado en un 40% y el dolor severo, en un 10%-15%. De hecho, hay debates vigentes que especulan sobre la posibilidad de que mirar la fotografía de alguien en quien estamos interesados románticamente activa los sistemas de dopamina, previamente mencionada, de manera que interactúan con otros sistemas del cerebro que liberan opiáceos naturales al cuerpo, lo que tiene efectos analgésicos contra el dolor.

El amor sí entiende de razón

La oxitocina tampoco se queda muy atrás de su compañera de piso durante el enamoramiento.

Bautizada como la “hormona del amor”, ha presentado resultados positivos en estudios sobre su capacidad para reducir el dolor de cabeza. Así que la próxima vez que padezcáis esta molestia, podría ser una buena idea buscar remedio en los abrazos de vuestra pareja, que es una forma natural de liberar esta sustancia al organismo. Quizás sea una forma de ahorrarnos fortunas en aspirinas.

No obstante, la llegada del amor no comporta la transformación del cerebro en una coctelera a plena potencia que sólo produce mayores y mayores cantidades de componentes químicos. No, todo tiene su contraparte, que en este caso es que disminuye la producción de serotonina. ¿Y eso en qué afecta? Pues bien, supone que nuestra mente se empieza a parecer a la de una persona que sufre un Trastorno Obsesivo Compulsivo, de ahí que nos comportemos de un modo poco propio a nuestra forma de ser.

Así que, para todos aquellos enamorados que piensan que se les va la cabeza, que sienten tantas emociones que parece que vayan a explotar y que lo único que quieren es seguir sintiendo esa adictiva sensación, que sepan que es totalmente normal.

El amor nos vuelve a todos un poco locos, pero es, sin duda, la mejor de las locuras.

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