Dicen que el amor puede llamar a tu puerta en cualquier momento, pero quizás haya momentos que sean más favorables que otros para tal llamada. Si hablamos, por ejemplo, de estaciones, ¿es posible que encontrar el amor sea más fácil en una época del año que en otra?
Las estaciones cambian y con ellas, nosotros. El caluroso aire veraniego se enfría y fortalece para transformar el follaje de los árboles en la multicolor alfombra que adorna los suelos otoñales hasta que el gélido temperamento del invierno lo cubre todo de nieve y escarcha a través de la cual los rayos del sol primaveral darán paso a un nuevo renacer. Cada estación tiene algo que la caracteriza, algo que la hace especial y la convierte en la época favorita de una persona, ya sea porque la considera la más colorida, la más tranquila, la más prometedora, o quizás, la más romántica. Esto puede plantear una interesante cuestión, pues ¿cuál sería la estación que genera un escenario más próspero para el nacimiento, o fortalecimiento, del amor?

La ciencia lo tiene claro: la primavera. La primavera es la época de los clichés: el sol brilla, las flores salen y los pájaros cantan al son de la voz de Blancanieves. También es la estación en la que, por defecto, las personas se enamoran. Y es que la primavera trae consigo muchos cambios a nivel hormonal.
En primer lugar, hay más horas de luz, por lo que disminuye la producción de melatonina, hormona encargada de regular el sueño. En segundo lugar, aumenta la secreción de serotonina, hormona que tiene una importante incidencia en el estado de ánimo, igual que las endorfinas, que al ser neurotransmisores encargados de las sensaciones de placer, aumentan el deseo sexual. También aumentan la dopamina y la oxitocina, dos hormonas que, como se ha mencionado en nuestro anterior artículo “El amor sí entiende de razón”, no sólo están profundamente relacionadas con el enamoramiento, sino que además presentan poderosos efectos analgésicos.

Toda está revolución francesa hormonal que experimentamos una vez al año tiene como resultado que en primavera nuestro estado de ánimo mejore, nos sintamos más felices, con más energía y mayor predisposición a darle una oportunidad al amor. Helen Fisher, una neurocientífica especializada en la ciencia del amor que actualmente imparte clases en la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, explica en un artículo para MPRnews que la dopamina se activa con la novedad.
¿Y que estación, si no es la primavera, es la que está impregnada de nuevos comienzos? Uno no se gana la cualidad de cliché si no es por un motivo, y es que todos asociamos la primavera con el renacer de las cosas. Las plantas vuelven a resurgir de sus terrenales escondites, los colores vuelven a florecer ante nuestros ojos tan acostumbrados a los fríos grises invernales, el ambiente se llena de fabulosas y frescas experiencias aromáticas, y las personas abandonan en casa las capas de ropa para mostrar su piel vulnerable a los cada vez más cálidos rayos de sol.
Sin embargo, parece ser que la opinión popular discrepa de la opinión de la comunidad científica. La galardonada escritora contemporánea de ficción romántica Hannah Fielding decidió tomar cartas en el asunto, por medio de una encuesta sobre la que escribió en su blog, para averiguar hacia qué estación se inclinaba la mayoría a la hora de atribuirle la etiqueta de “más romántica”. Y, sorpresa, sorpresa para el saber empírico, el primer premio se lo llevó el otoño con el 43% de los votos, seguido por la primavera con un 31%, el verano por un 15% y el invierno por un 11%. Parece que es cierto lo que dicen, cuando el otoño se acerca, el corazón empieza a soñar.

La verdad es que no se puede negar el atractivo de la estación que ha protagonizado tantas rimas becquerianas. Cuando pensamos en el otoño nuestra mente se tiñe de tonalidades de ocre, rojo y marrón mientras suena la melodía de la melancolía acompañada del crujir de las hojas bajo nuestros pies. Recordamos las tardes junto a la ventana intentando atrapar los últimos rayos de sol antes de que pierdan su calidez para dar paso a una luz fría y las noches acurrucados bajo una manta leyendo nuestro libro favorito mientras se oye el repicar de la lluvia contra la ventana. ¿Acaso no es un ambiente romántico perfecto? ¿Quizás para conocer a alguien mientras paseamos por el parque disfrutando de los colores y los sonidos? ¿O para compartir con alguien el placer del último haz de luz de la tarde? ¿O tal vez para notar el cálido abrazo que te protege, mejor que cualquier manta, de la fría lluvia de la noche? Como dijo Albert Camus en su obra El Malentendido, “el otoño es una segunda primavera, cuando cada hoja es una flor”.
Si una conclusión se puede sacar es que no hay una única estación que se pueda calificar como la más romántica, pues cada persona tendrá su propia respuesta para esa cuestión. Algunos, como el 43% de la encuesta de Hannah Fielding, escogerán el otoño, por la nostalgia de los paisajes pintados con los más cálidos colores del verano; otros, el invierno, por el refugio y la protección que ofrece el abrazo de otra persona ante el frío exterior; otros, la primavera, por la frescura de un nuevo renacer de un mundo que no ha cambiado; y otros, el verano, por la soleada vulnerabilidad de un porvenir más libre. Al fin y al cabo, no buscamos un amor que dure una estación, sino una estación que nos traiga un amor que dure todo el año.
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