A veces tenemos todo delante de las mismísimas narices para ser felices y no lo vemos. Estas fechas son de celebración del 50 aniversario de la primera vez que el hombre llegó a la Luna (21 julio de 1969). El objetivo no era otro que demostrar que el capitalismo (EEUU) era más y mejor que el comunismo (URSS). Hoy el comunismo ha quasi desaparecido en la Tierra y el capitalismo hace aguas por todas partes, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres… y la cosa va a más. 

Pero ese no es el tema sobre el que reflexionar hoy, el tema es, ¿cómo les ha ido a los astronautas? Pues dijéramos que entre mal y regular (siendo muy optimistas).

La teoría

En la teoría eran los “representantes” de la humanidad, tenían que guardar las formas, superar el reto y la aventura de viajar a la Luna, dejar huella y volver. Y lo hicieron. Además tenían que dar ejemplo a la humanidad de ser hombres muy preparados, muy competentes, simpáticos, seductores y fieles padres de familia con pareja estable, pero…

La práctica

En la práctica casi todos los astronautas se acabaron divorciando, Buzz Aldrin (ingeniero mecánico, piloto de cazas  y doctor en astronáutica) cayó en el alcoholismo y otros sintieron la llamada de seres sobrenaturales… (la inteligencia americana llamaría a esto “efectos colaterales” del largo viaje, en mi pueblo que son mucho más simples y con los pies en la Tierra los llaman “viciosos” y/o “chiflados”). La madre de Aldrin se suicidó en 1968, su abuela había hecho lo mismo y el propio astronauta dice que había heredado la tendencia a la depresión de ellas,  de ahí lo del alcoholismo. 

Otro astronauta organizó varias misiones a Turquía para buscar el Arca de Noé creyendo que la Biblia era un relato histórico 100% y eso para un ingeniero es lo máximo (el 100%). Tras 21 años casado su matrimonio de desintegró al poco de volver a la Tierra y tuvo otros “efectos colaterales” con la policía por conducir borracho.

La tendencia al desenfreno de los astronautas era la norma…“Las mujeres simplemente amaban a los astronautas. Era salvaje ver hasta dónde podían llegar para ser amistosas… Las oportunidades y las tentaciones eran fantásticas”, escribía Walter Cunningham, astronauta de la misión Apolo 7.

En su libro El club de las esposas de astronautas, se citan los testimonios de muchas de las esposas de aquellos astronautas que tuvieron que soportar sus infidelidades manteniendo la sonrisa. De 30 astronautas reclutados para el programa Apolo y sus predecesores solo 7 siguieron casados años después… a una de las esposas llama Louise, sus compañeras de profesión (del marido) la llamaban Santa Louise. Otro astronauta, Pete Conrad, fue pillado in fraganti con una prostituta durante un viaje con la NASA a California. 

La agencia espacial MUY PREOCUPADA tenía miedo de que todo esto se publicara porque arruinaría las posibilidades estadounidenses de derrotar a los rusos, no solo en el espacio, sino también en el terreno de la “superioridad moral”.

No sé si este resumen da pena o es de pena, pero “es lo que hay” (como se dice hoy).

Lo que hay

Ahora, 50 años más tarde, da risa lo de la “superioridad moral” porque el actual piloto de la nave USA (un tal Trump con un flequillo-tupé medio rubio-pelirrojo muy pronunciado) ha batido todos los records de inmoralidad en todos los frentes posibles anteriores, a los que les ha añadido la persecución de todo humano no blanco 100%. A lo mejor es que la humanidad necesita constantemente retos y ahora algún “dios colateral en horas bajas” nos ha puesto este reto: el de mandar a la Luna al piloto Trump (quiere repetir el viaje en breve) para que la colonice y se quede allí tan a gusto y a sus anchas porque allí todo es blanco.

Y es que los dioses, que son muy muy listos (incluso los que están en horas bajas) a veces nos ponen retos como estos a la humanidad: primero nos crean un problema gordo y luego nos ayudan a buscar la solución… así en la Tierra como en la Luna.